lunes, 16 de marzo de 2009

¿ES DREYFUS ZOUGHAM? ¿ES ZOLA PEDRO J.? (I)


Si alguien consigue avanzar por las pantanosas extensiones de las "Cartas al Director" de Pedro J. Ramírez en "El Mundo", titánica tarea de no menor mérito que algunas de las hazañas de Herakles, habrá sido sorprendido con la extraña comparación entre el proceso de Jamal Zougham y Alfred Dreyfus.

El 2 de octubre de 1897 el capitán Alfred Dreyfus, condenado por un delito que no había cometido, escribía desde la Isla del Diablo a su abnegada esposa Lucie, tratando de mantener viva su esperanza incluso si sucedía lo peor: «Porque como el fantasma de Banquo regresaré desde la tumba para daros ánimos a ti y a todos con toda mi alma y para recordarle a la Patria que también ella tiene un deber sagrado que cumplir».

Se refería a la Cuarta Escena del Tercer Acto del drama de Shakespeare de la que proceden todos los entrecomillados de mi artículo de hoy. Sólo los clásicos le ayudaban a sobrellevar su injusto e inicuo cautiverio. Las pruebas contra él eran en apariencia mucho más consistentes que las que han permitido sentenciar a Jamal Zougam a 40.000 años de cárcel.

No es la primera vez que Pedro J. usa este caso, que dividió a la Francia de la III República en dos bandos irreconciliables hasta la I Guerra Mundial, en sus soflamas sobre el 11-M. Ya en las lejanos tiempos del "Septiembre Negro", trató de comunicar a sus lectores la fiebre dreifusista por la excarcelación de uno de los acusados de atentar contra los trenes de Cercanías de Madrid, si bien entonces fue José Emilio Suárez Trashorras -el ex-minero caradura, cabecilla de una banda de pequeños delincuente-, que facilitó los explosivos para cometer la masacre, quien representó el papel de inocente acusado:

Puede que Trashorras no sea Dreyfus -tampoco Landrú- y, a pesar de nuestras cada vez más fundadas sospechas, tal vez al final ni siquiera exista un Esterhazy que interviniera en el 11-M en colaboración con los islamistas. Pero, como decía Zola, estamos obligados a «exigir toda la luz». Porque lo que sí siguen existiendo son dos maneras de ser militar, policía, fiscal, juez, político o periodista.

Sea quien sea Dreyfus, el papel que quiere representar Pedro J. está claro: el de Émile Zola, el periodista íntegro, esforzado, luchador, y lleno de inspiración periodística, que luchó por la rehabilitación del capitán Dreyfus. En alguna ocasión ha llegado a ceder, temporalmente, el maillot amarillo (que distingue al periodista más...eso) a Casimiro García Abadillo (que ya es ceder, comparar a Casimiro con Zola) o al mismísimo Díaz de Mera (luego haremos unas risas sobre ésto)...

Además, tras el valiente paso adelante de Agustín Díaz de Mera que, a sabiendas o no, ha empleado la misma técnica que utilizó Zola al formular acusaciones querellables para abrir nuevos espacios judiciales a la revisión del caso Dreyfus, esto empieza a ponerse verdaderamente interesante.

...pero no dejan de ser pequeños respiros que se toma el líder en su búsqueda de ¿qué exactamente? ¿del Premio Nobel? ¿del Parnaso? ¿del Pulitzer?

Dicen que Zola fue calificado una vez con un cero en Literatura. Pues, si es cierto, ya tiene Pedro J. algo del camino ganado. Porque hay que ver cómo escribe sus cartas dominicales. Y hay que ver cómo se expresa (y eso que ha recibido clases de oratoria a mansalva).

Bien. Dado que quiere que creamos que es el insigne periodista y escritor y que Zougham está sufriendo el martirio por el que pasó Alfred Dreyfus, vamos a repasar, paso a paso, un resumen del "Affaire Dreyfus", y a ustedes tocará juzgar si son, o no, equiparables.

Espionaje y Contraespionaje. La Investigación

Alfred Dreyfus nació en Mulhouse, Alsacia, en 1859, en una familia rica de raza y religión judía. Su condición de alsaciano y de hebreo le fue muy desfavorable, como veremos, pues por aquel tiempo su región estaba bajo el dominio alemán, tras haber sido deshechos los franceses en la guerra de 1870, y existir una fuerte corriente antisemita latente entre la pobación francesa, que consideraba a los judíos como apátridas, desleales y traicioneros, por definición.

Al parecer, desde principios de 1894, el personal del Servicio de Inteligencia Militar (SR, Service de Renseignements militar) sospechaba que se estaban producendo filtraciones a potencias extranjeras, fundamentalmente al Imperio alemán.

En septiembre, personal de limpieza de la embajada alemana, a sueldo del contraespionaje francés, consiguió recuperar un papel roto que contenía una "lista detallada" (en francés, y en todo el proceso Dreyfus, pasó a llamarse "le bordereau") que contenía una relación de documentos militares confidenciales que iban a ser transmitidos a una potencia extranjera.

El asunto parecía lo suficientemente importante para informar al Ministro de la Guerra, Auguste Mercier, que abrió dos investigaciones paralelas, administrativa y judicial. Sin embargo, en lugar de buscar pruebas en qué basarse, partieron del hecho de que el traidor tenía que cumplir una serie de requisitos fijados a priori (una especie de Manual del Perfecto Traidor Germanófilo: el sospechoso tendría que ser un artillero, con acceso al Estado Mayor, y cursillista), por lo que rápidamente, cuando encontraron un personaje que cumplía sus premisas, lo presentaron como el culpable ideal.

Aunque parezca imposible, en la convicción de los militares de la culpabilidad de Dreyfus influyeron tanto su condición de alsaciano y de hebreo, como su carácter reservado, su timidez, que confundieron con altanería, y... "¡su curiosidad!".

También fueron considerados como pruebas para la instrucción "conocimiento de varios idiomas, entre ellos el alemán", su "excelente memoria" y la "ausencia de pruebas", señal indudable de que lo "había hecho desaparecer todo". (Esto último, por cierto, me recuerda sobremanera a la explicación que Luis del Pino da a no haber hallado, en cuatro años, pruebas de la relación de los islamistas con ETA.)

El alto patriotismo, la falta de necesidades económicas del acusado, la correcta moralidad; en definitiva, la ausencia de móvil, no fue considerada por la instrucción, ni más tarde por el tribunal.

En cambio, el Ministro de la Guerra, Mercier, cuestionado y vilipendiado por la prensa por su ineptitud, presionaba para que se condenara a alguien a quien presentar como el Traidor, y llegó a proclamar la culpabilidad de Dreyfus a la prensa antes del juicio. (Le Figaro, 8 de Noviembre 1894). El periodista Cassagnac publicó: "Si Dreyfus es absuelto, el Ministro "bota"; no hay ninguna duda; ...si Dreyfus es condenado[...]Mercier se engrandece[...] y pasa a ser el salvador de la patria"?

No existía, pues, ninguna prueba contra Dreyfus, y la letra del bordereau ni siquiera era la de Dreyfus, pero, tras consultar aficionados a la grafología, de los que se despidió a aquellos que no opinaban como convenía a la acusación, como el profesor Gobert, el Ministerio de Defensa consideró que tenía caso.

Despachados los expertos favorables a Dreyfus, la acusación basó sus peritajes en "entendidos" como Du Paty du Clam, el propio acusador, que se las daba de grafólogo aficionado, y Bertillon, que pese a inventar un eficaz sistema de Antropometría y ser reconocido por muchos como el padre de la Criminología Moderna, no era un grafólogo entendido. En un primer momento, observando que le bordereau estaba escrito en papel-cebolla adelantó la tesis de que alguien podría haber calcado la letra de Dreyfus, pero "invitado" a rehacer sus teorías, se declaró convencido de la culpabilidad de Dreyfus basándose en una serie de conjeturas absurdas, que los matemáticos, paleógrafos y científicos Meyer, Giry, Henri Poincaré, d'Appel et de Darboux destruyeron en la revisión del caso de 1904. Su tesis más conocida, la de la "Autofalsificación", trata de explicar las diferencias entre la escritura de Dreyfus y le bordereau como un intento de Dreyfus de proporcionarse una coartada falsificando su propia letra, pero de una manera que fuera lo suficientemente parecida a la auténtica para que pareciera sospechosa. Otra de sus meteduras de pata, que fueron aceptadas como pruebas, fue traducir la palabra "adressse" (dirección) del documento, como la supuesta firma del acusado "adreyfus" Con eso, queda todo dicho.

Detención e incomunicación

Tratando de conseguir una confesión por sorpresa, Mercier citó a Dreyfus, en civil, el 15 de octubre de 1894, para tenderle una trampa; Du Paty de Clam fingió estar herido en la mano, para hacer escribir a Dreyfus una nota, y trató de sorprenderle acusándole de traición delante de los oficiales ("¡esta letra es idéntica!", exclamó gritando a Dreyfus) a cargo de la investigación, llegando a presentarle una pistola con que suicidarse "por el bien de su familia".

Dreyfus negó los cargos, pero no sirvió de nada. De hecho, la orden de arresto ya estaba firmada, con anterioridad. Fue detenido ese mismo día, incomunicado durante quince días, durante los que fue interrogado día y noche por el oficial a cargo de la encuesta, Du Paty de Clam, que había sido nombrado por su fanática convicción de la culpabilidad de Dreyfus.

La esposa fue informada por este mismo oficial, que la presionó, aterrorizándola, para que guardara el secreto ("Divulgar el arresto supondrá la pérdida definitiva de su marido" "Acuérdese de la Máscara de Hierro" "Una palabra, y es la Guerra").

Aún según la legislación de aquel tiempo, este registro, como todo el procedimiento de Du Paty de Clam, era manifiestamente ilegal. La prisión incomunicada sufrida por el acusado estaba terminantemente prohibida, entonces, como ahora. Nuevamente, no hay comparación posible con el 11-M.

Durante su prisión incomunicada aparece el primer partidario de Dreyfus. El comandante Forzinetti, jefe de las prisiones militares de París, es hombre acostumbrado a la dureza y a las falsas protestas de inocencia. Sin embargo, observando la entereza de Dreyfus ante el interrogatorio, lindante con la tortura, del infame Jefe Investigador Du Paty de Clam, declaró: "Este hombre no puede ser culpable". Curiosamente hizo notar a un amigo que la cara de Henry, el descubridor del bordereau y uno de los principales perseguidores de Dreyfus, sin bigotes, "recuerda a un presidiario". Henry se suicidó en 1898 al descubrirse la falsificación de pruebas contra Dreyfus.

Du Paty de Clam se inventó para el acusado una doble vida frecuentando mujeres de vida fácil y amantes, y la divulgó entre los miembros de la familia Dreyfus, tal vez por pura maldad o para así quebrantar su resistencia y a través de ellos la del detenido. Dicha infamia fue publicada por toda la prensa antidreyfusista (no sé por qué, no me parece imposible que existan periodistas tan canallas)

El resto de la familia Dreyfus no fue informada hasta diciembre. El abogado contratado, Demange, no accedió al Sumario hasta quince días antes de abrirse el Consejo de Guerra. No hay comparación posible con el caso de Jamal Zougham y el resto de acusados por el 11-M. Pese a ello, la falta de pruebas era tan clamorosa que M. Demange no se mostraba muy preocupado sobre el resultado final.

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